Preciosismo de lo intangible






 
Preciosismo de lo intangible
que se licua certero y casto
en un buenismo redentor
de pecados ajados y añejos.

Por los altos barandales
de las escaleras pétreas
la niña de delantal blanco
deshoja corazones yertos.

Mientras por los brocales
del olvido miserable
se funde su infancia
de mirtos y jazmines.

Dime niña de tez azabache,
¿dónde están los carmines?
¿dónde las caricias idas?
¿y dónde tus arreboles?.

¡No sé dónde fueron,
dónde se me perdieron!,
al despertar una mañana
tenía por senos limones.

Por caderas los filos
de dos lunas llenas,
en los labios ardor
y picor de corazón.

Los perdiste clavados
en las jaras y las zarzas
de los ojos que te miran
en los peldaños del balcón.

La niña del blanco delantal
sonríe ufana de su presencia
sin saber que es femenina
en su forma de contemplarme.

Los cielos claman victoriosos
por otra flor que se abre
al porvenir de los abrazos
y la lujuria de los besos.

La niña canta coplas,
mis ojos sangran deseo
y en yunques de plata los
centauros golpean prisiones.
Rubén Aguado Alonso






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