Fotografía Conceptual de Misha Gordin



Recuerdo la vida después de la guerra.

Escondido en las ruinas de los edificios bombardeados.

Un hombre sin piernas abriéndose paso en una pequeña plataforma.

Recuerdo que jugaba solo.

Recuerdo que jugaba con otros niños.

No teníamos juguetes.

Hacíamos los nuestros.

Recuerdo a la niña del tercer piso.

Ella nunca jugó con nosotros.

Ella era una bailarina.

Recuerdo el olor rancio de los corredores oscuros.

Recuerdo a un hombre que se ahogó agotado después de su última batalla.

Recuerdo las caras que nunca sonreían

Recuerdo mi primer día en colegio.

Cómo ocultaba mi cara en el regazo de los maestros y lloraba.

Ella me dejó ir a casa.

Recuerdo las frías aguas del mar Báltico.

Me acuerdo de los atardeceres y las siluetas en silencio a lo largo de la costa.

Recuerdo el bosque lleno de secretos.

Me acuerdo de una pintura sin terminar.

Recuerdo el delantal blanco y el brillo dorado de los peces en las cestas.

Recuerdo que el profesor de música atizando mis dedos con un lápiz.

Recuerdo marchando en una fila.

Recuerdo dejando flores en el monumento de Lenin.

Recuerdo que mi primer vaso de vino.

Recuerdo la primera chica que ame.

Recuerdo mi infancia.


 


Hoy en día vivo una vida aislada

desde mi zaguán puedo ver un arcoíris

nadando en una laguna cercana.

Cuando vuelvo a casa del bosque,

Llevo impregnado el olor de la hoguera.

Por la noche, escucho el ululo de un búho

y me siento en armonía con la naturaleza.

Vivo a través de cuatro estaciones definidas.

Con los vientos de invierno que crujen y perforan la nieve

y el regreso de los pájaros a principios de la primavera.

Los veranos están llenos de energía creativa.

Esta es mi forma de trabajar.

Cuando las hojas se abren

Despierto mi cámara del un largo descanso.

Mi familia son mis modelos.

Empiezo mi nueva temporada...


 
Mi participación en la fotografía conceptual

se remonta a Riga, la capital de Letonia, antigua Unión Soviética.

Salí de mi patria cuando tenía 28 años.

Me traje dos imágenes conmigo.

Las dos primeras letras del abecedario

Están en desarrollo hoy en día


Misha Gordin
















Relatos breves Parte II- Sin embargo allí estaba


SIN EMBARGO ALLÍ ESTABA


El taxista dio un frenazo que chirrió y sus oídos estallaron una vez más en un pitido infernal, como un alarido que amortiguó el perpetuo zumbido que le amodorraba continuamente sus perforados tímpanos. Instintivamente se tapó las orejas con ambas manos, ante la mirada atónita del taxista que se reflejaba en el chivato brillo del espejo retrovisor. Abonó el importe de la carrera, propina generosa incluida, sin decir nada, y se bajó del taxi ya rodeado por la multitud. Sabía que no debía estar allí, había tenido que mentir a su mujer para poder reconciliarse con sus miedos y estar ausentemente presente. Su psicóloga le advirtió que el recuerdo podría ser contraproducente, que aun no habían llegado al núcleo de su angustia, que podía reaccionar de una manera paradójica, que en definitiva ella no sabía algo que él también ignoraba, pero deseaba descubrir, para poder terminar con ese maldito temblor de su brazo. Entró en el parque del Retiro, donde la multitud iba congregándose, llegó hasta la falsa colina de cipreses esbeltos y olivos achaparrados, el jardín de los ausentes, sintió lastima de las palabras, de esas silabas que intentan balbucir el horror, pero el horror no tiene articulación posible, es un gran y tremendo aullido que no puede expresarse en vocablos. Sin embargo allí estaba.

El sol reverberaba por el cristal de la ventanilla, le hacia entrecerrar sus ojos que disfrutaban de esa sensación de calidez en sus párpados, recostando la mejilla contra el frío cristal y notando el rítmico traqueteo de la velocidad que le acariciaba cosquilleantemente su faz. Todo se alejaba velozmente de él, esa sensación extraña de que la realidad retrocede ante nosotros cuando nos sentamos en dirección contraria a la del avance del vagón. Y todo estalló de súbito, una explosión ensordecedora que congelo el tiempo por unos segundos, todo era confusión, caos repentino, pero ante todo era ruido atronador, un ruido como si estallaran las entrañas del mundo y las suyas propias en una única implosión. De pronto todo el vagón voló hacia él, que apartó instintivamente la mejilla del cristal, como si mágicamente todo lo que hasta entonces eran objetos que se alejaban raudamente de él, quisieran en ese preciso momento arroparle, sepultarle, introducirse dentro de su ser. El universo entero parecía volar a su encuentro en una maraña de paneles de aluminio, hierros retorcidos, asientos ergonómicos destrozados, cuerpos mutilados, gritos y desesperación. Sintió que su cuerpo golpeaba contra el suelo, como si una mano gigantesca le empujara con un manotazo atroz, al tiempo que la ventanilla se volatilizaba y una lluvia de millones de trocitos de vidrios cuadrados centelleaban por un instante en el aire antes de que se precipitaran sordamente sobre todo el compartimiento, como si fueran lagrimas cristalinas que por un momento flamearon antes de que él cerrara sus pupilas.

Las caras conocidas del estrado, tan repetidas, tan familiares, de otras miles de asambleas, de innumerables reuniones donde compartir el dolor o donde mendigar solidaridad ajena y esperanza propia, se mezclaban con las también conocidas caras de todos los carroñeros políticos del oportunismo más desvergonzado, de aquellos buitres que picotearon sin descanso entre los cadáveres durante dos años buscando la pitanza de sus réditos electorales. Había hecho bien rechazando su puesto de primera fila, sí, él era una victima, sí, lo era, irremediablemente y obstinadamente lo era, su miedo súbito, su angustia imprevista y su desasosiego desbordantemente irracional ante cualquier ruido brusco, ante la explosión de un petardo o un tubo de escape en mitad de la noche se lo recordaba continuamente, con ese sudor frío que le perlaba la frente de gotas y le erizaba los pelos de la espalda. Pero antes que todo eso era hombre, y solo quería sentirse eso, un hombre, no una victima. Ser uno más en esa multitud expectante, curiosa, complaciente con su solidaridad. Se encontraba a unos cien metros del estrado, arropado, rodeado de gente anónima como él, uno más entre la masa amorfa, no prestó atención a los discursos si es que los hubo, tampoco a las músicas empalagosamente lentas y fúnebres de una sensiblería fuera de sus apetencias. Simplemente quería no sentir nada, ser corcho, olvidar, dejar de ser un afectado, embriagarse del vacío, del silencio, en realidad no sabía lo que quería, pero sin embargo allí estaba.

El silencio opaco, el oír el susurro de la nada, la quietud más sórdida antes de abrir lentamente los pesados párpados que agigantaban ese silencio siniestro y oscuro. Y ver esa cara renegrida, horriblemente tiznada en una mueca de terror, esas facciones espeluznantemente calcinadas, con el pelo totalmente chamuscado adherido al cráneo, con dos hilos rojos de brillante sangre borboteando de las carbonizadas orejas, verlos caer mejillas abajo, dejando unos surcos pardorojizos que se mezclaban con los sucios rastros de las lagrimas negras que fluían sin cesar de unos ojos espantados, que brillaban en la grisalla muerta de ese rostro, atónitos y aterrados ojos en un grito sordo y desorbitado. Y comprobar con un infinito y ancestral horror que esa cara diabólica, ese gesto inhumano, esa contorsión facial maldita, era su propio reflejo en un trozo de pulido metal, que inverosímilmente le hizo de parapeto y le protegió entre los restos de su asiento calcinado. Sus manos laceradas, sangrando, abrasadas, que instintivamente empujan el peso muerto del metal pulido, que liberan su cuerpo dolorido que se agazapa en una postura fetal, entre restos de metal, de plástico, de vidrio, de sangre, de calzados abandonados, de ropas hechas jirones, entre ese olor a carne quemada, olor a cuerpos reventados, olor a vísceras palpitando, olor a sufrimiento infinito, pero da lo mismo, hay que salir, hay que huir. “¡Sí, huir!, ¡Sí, salir!, ¡Huir y salir!, ¡Nada más!, ¡Nada más!”, no se puede pensar en nada más, no hay tiempo para nada más, “¡Correr!, ¡Correr!”, sin saber como ni donde, que el pánico de las piernas me alejen del terror.

La no por menos esperada salva de aplausos finales como clausura del acto público le sobresaltó, esa andanada de palmas que al unísono golpean unas contra otras le sacó de su ensimismamiento, se emocionó, se alteró su hieratismo fingido, se agitó algo dentro de él. Había que pararlo, “¡Por favor otra vez no!, ¡Ahora no!”, se suplicó a si mismo mentalmente, se clavó las uñas en el dorso de la mano hasta sentir un dolor agudo, sujetaba su mano derecha debajo de la chaqueta con su mano izquierda todo lo fuerte que pudo, hasta que los dedos se le atenazaban del esfuerzo. Pero era imposible, allí estaba de nuevo, como una fuerza telúrica que de lo más profundo de su inconsciente le sacudiera el brazo, ese antebrazo temblón, pelele de su propio cuerpo, que se agitaba convulsamente, como si no le perteneciera a él mismo, como si ese brazo tuviera una vida propia que se agitaba convulsa, revuelta, espasmódicamente, con sacudidas arrítmicas. Indefenso, derrotado de nuevo por su propio subconsciente, con ese tic delator que intentaba ocultar a toda costa de las miradas ajenas, con ese temblor siniestro, con esa tara física que le perseguía desde hacía dos años, que le invalidaba inoportunamente cuando menos lo esperaba, esa falta de control de su propio cuerpo, esa humillante imposibilidad del terror que temblaba en su brazo. Allí estaba su temblor de brazo, a pesar de todo, sin embargo allí estaba.

El jadeo entrecortado en convulsiones, los pulmones ardiéndole a cada bocanada de aire, las piernas temblando como si fuera un niño, el agotamiento de su cuerpo inclinado sobre si mismo, las manos apoyadas en las huesudas rodillas, la cabeza hundida en el pecho. Pero, “¡Ya había terminado todo!, ¡Ya ha conseguido salvarse!, ¡Ya estaba en el anden!, ¡Había sobrevivido!, ¡Había escapado del horror!”. Con una lentitud parsimoniosa levanta su aturullada cabeza entre sus hundidos hombros y mira cara a cara al tremendo boquete de metal retorcido y calcinado por el que acaba de salir, que como unas enormes fauces hambrientas de miseria, sufrimiento y dolor se abren en el costado del tren. Sus ojos lentamente se posan en los restos de un anuncio que se ha desprendido del techo, un cartel sobre el próximo centenario del Quijote, que en mitad de la confusión del suelo del vagón, con un radiante y plastificado color burdeos destaca sobre él una frase medio calcinada en color dorado, lee medio abotargado “..adarga antigua, rocín flaco..”, que en unos caracteres góticos quedan como restos irónicos de una tragedia. Algo sanguinolento se retuerce al lado del letrero, como si una sabandija ensangrentada se arrastrara hacia él, como si una miasma reptara temblorosa, se fija en ella, y descubre despavorido que es un brazo sesgado, arrancado de cuajo, que en los estertores de la muerte sigue temblando, sigue moviendo crispada y convulsamente los dedos, como si el dueño al que le ha sido arrancado de golpe quisiera asirse a la vida agarrando la frase del letrero. No puede dejar de mirar, como si estuviera hechizado, ese brazo temblando, sacudiéndose delante de él, no puede apartar los ojos de ese miembro cercenado que aun palpita. Lo que es más terrible, nota como su propio brazo derecho se convulsiona, tiembla involuntariamente, como si imitara los estertores de la extremidad que observa. Y en ese preciso momento rompe a llorar desconsoladamente, porque intuye que nunca más en su vida será dueño de su propio brazo, que este le temblará hasta el fin de sus días sin control, recordándole por imitación involuntaria el horror que acaba de vivir y que ha cristalizado en su visión imperecedera, lacerante y sangrante de ese miembro recién amputado aun trepidando. El temblor de su brazo será el testimonio convulso del precio que ha de pagar porque su vida siga una vez paladeado el acre y ácido sabor del terror.






Rubén Aguado Alonso



Relatos breves Parte I - Angustias, historia de unos reproches

Quiero agradecer al autor de estos escritos por la generosidad de compartir sus escritos. Gracias...¨Bombón¨

Angustias, historias de unos reproches

Angustias entró rauda en el salón, con determinación, como si le fuera la vida en ello, el vuelo de sus faldas barrió el polvo de todas las baldosas por las que avanzó con paso certero y ambicioso, mientras los tacones de sus zapatos bajos repiqueteaban poniendo de manifiesto la mezcla explosiva de su mal humor y de su ansiedad.


De una rápida mirada le encontró a él sobre la pared del fondo de la habitación, no le hizo falta ni mirar para saber que se encontraba allí. Angustias cesó su agitado trotecillo, puso sus brazos en jarras como si fuera un ánfora griega, quizás esperase una excusa, quizás esperase un gesto, al final no pudo aguantar más tiempo lo que la rebullía en las meninges y de una manera atropellada vació su conciencia en forma de reproches.

- ¿Qué?, ¿No dices nada? - esperando una respuesta en un silencio atronador que le devolvía difuso y apagado el eco de sus propias palabras - ¡Bah, ya estamos!.


- ¡Cómo siempre! – cavándole incisivamente los ojos en su rostro - la callada por respuesta.


- ¡Me tienes harta tú y tus silencios! - elevando el tono de voz hasta que este se le hizo insoportable incluso a ella misma - ¡Mírame al menos!, ¡levanta la cabeza y mírame, si te atreves!.


- ¡Mírale!, ahí tan quietecito – envarando el cuerpo cómicamente intentando imitar su inquebrantable quietud - ¡cualquiera diría que es de piedra!.


- Esto no puede seguir así, ya no aguanto más, ¡estoy hasta el mismísimo moño! - mientras se tocaba la cabeza con su mano derecha como si en realidad quisiera tocarse el hipotético moño- ¡Me entiendes!, ¡harta!, ¡más que harta!.


- ¡Te odio!, ¡ y .....! – a Angustias se le quebró la voz a media frase y rompió en un sollozo un tanto histérico que terminó en un hipado enjuague de sus lagrimas con la palma de su mano - ¡Yo soy de carne y hueso!, ¡siento y padezco como cualquiera!.


- Ya me lo decía mi pobre madre, que en gloria esté – recuperando la calma y el resuello después del catártico sollozo, e impostando la voz imitando la de una madre dando un consejo lleno de moralina – piénsate muy bien lo que haces hija mía, que luego estas cosas no tienen remedio, ¡y tenía más razón que un santo!.


- Al fin de cuentas soy tu esposa, ¿no? - haciendo una pausa como esperando los efectos que su pregunta causarían en él - tendré algún derecho, ¡vamos digo yo!.


- ¡Todas las noches igual!, ¡yo esperándote, rogándote, suplicándote!, ¿y tú?, nada de nada, ni siquiera te dignas aparecer – desencajando su gesto en un rictus de desdén infinito – y ya van para cuarenta años con la misma cantinela, ¡qué se dicen pronto!, cuarenta años igual, ¡siempre lo mismo!, hecha una zacana por ti, ¡por que el señoriíto se cree que se lo merece todo sin dar nada a cambio!, ¡pues no!, ¡y mil veces no!.


- Todo el santo día haciendo pastelitos o bordados, cuando no rezando por ti, ¡qué anda que no tendré yo el cielo ganado de tanto rezarte ni nada! – enumerando sus labores con los dedos de una mano cogiéndoselos con la otra, como si hiciera inventario allí mismo de sus quehaceres cotidianos – y si no limpiando al señoriíto, que si no fuera por mi te comería la roña ya hace años, que lo sepas, ¡guarro!, ¡más que guarro!, con esa corona endiablada que no hay quien la meta en luz.


- ¿Y qué obtengo a cambio?, ¡nada!, ¡absolutamente nada! – esta última frase ya dicha sin la carga emocional que ha ido soltando como lastre a lo largo de todo su soliloquio y convirtiéndose su entonación en un apagado lamento poco a poco, que sin embargo se rompe con un brío inusitado en su última frase queriendo remarcar que será el fin de la conversación - ¡pues ahora te jodes y te quedas a oscuras!, ¡mamarracho!.

Sor Angustias sopló airadamente sobre todas las velas del altar, que tremolaron instantáneamente antes de dejar ese tufillo ácido a cabo de cera quemada, dejando al hierático crucifijo, al que había dirigido toda su perorata, en la más opaca de las penumbras en la pequeña y recoleta capilla barroca del convento de Santa Inés del Perpetuo Suplicio.

Después se encaminó a su celda a través del pasadizo secreto, que en tiempos remotos usaran los nobles mancebos rondadores trotaconventos de la edad media, y que ella descubrió por puro azar en sus primeros días de enclaustramiento, cuando el radiocasete que su madre le coló de rondón por la verja del locutorio era su única compañía.

Antes de volver a tumbarse en el camastro austero, apagar el radiocasete de bolsillo con sus ronquidos gravados situado bajo el catre, treta que se le ocurrió como único método valido de poder tener esos momentos de intimidad con su esposo, mientras el resto de la congregación dormía.

Como todos los días Sor Angustias había realizado su rito vespertino de reproches y reprimendas al Cristo de los Desamparados, que se repetía incansablemente desde aquel aciago y lejano viernes santo de hace cuarenta años, cuando siendo apenas una novicia recién tomados los hábitos, perdió el equilibrio en la estrecha escalera de caracol del campanario del cenobio, después de tocar maitines, y su cabeza golpeó lo menos una docena de veces los traicioneros escalones por los que rodó su entonces joven cuerpo.

Toda la congregación la dio por muerta, y como dijo la madre superiora de entonces, fue un milagro del santísimo que no se matara y que al cabo de una semana de desvanecimiento, en el cual los rezos al pie de su cama habían sido continuos, recuperara el sentido, aunque le quedó un carácter un tanto mohíno, silencioso y cejijunto, que todas sus compañeras achacaron a su experiencia cercana a la muerte.

Con el transcurrir de los años, Sor Angustias fue cogiendo fama de extremadamente piadosa, su silencio, su fruición en el uso del flagelo y el cilicio, su predisposición a cualquier mortificación en nombre del resucitado, su falta de reproches hacia todas sus compañeras, su bendito afán de hormiga incansable en todas las labores que la encomendaban, en definitiva las miradas lánguidas y amorosas que siempre tenía hacia el crucifijo cada vez que se topaba con él, habían hecho que a su alrededor flotara un olor de santidad compartido por toda la congregación.

Ahora ya anciana y abadesa del claustro, todas las hermanas esperaban su probable y próxima muerte dada su avanzada edad, para elevar al capitulo general de la congregación, en Roma, el correspondiente pliego para iniciar su proceso de beatificación, paso previo para una probable y más que merecida santificación.

En los recovecos del convento todo eran comidillas, rondaban los rumores sobre los presagios que adelantaban tal hecho, las voces lastimeras que se oían en la capilla de madrugada, el inexplicable misterio de los cirios apagados del altar cada día, o la bilocación que manifiestamente ocurría cada amanecer cuando se la oía roncar en su celda cerrada a cal y canto, al tiempo que hablar en la capilla tambien herméticamente clausurada, todo apuntaba a que la madre abadesa era una santa tocada por el dedo de dios, un santa en vida, como hacia siglos que no tenían las hermanas Clementinas del Santo Sepulcro.

Rubén Aguado Alonso

 



Guía para disfrutar Madrid sin dinero o con muy poco…

Lo que más disfruto de Madrid es descubrir nuevos lugares. Esta ciudad es mágica, es como si por las mañanas resucitara con nuevos lugares por descubrir. Lamentablemente no dispongo de todo el tiempo que quisiera (para esto necesitaría por lo menos un par de reencarnaciones). La “Recesión Económica” no es una escusa para no salir a explorarla de arriba abajo (he optado por no mencionar esa palabrota de seis letras que empieza con ¨c¨ porque a estas alturas ya está un poco desgastada). He recopilado algunas propuestas de lugares que me han parecido interesantes sin necesidad de dejarnos la cartera.


1. En la categoría de Parques y Jardines que mejor lugar que La Quinta de los Molinos. Este parque catalogado como Bien de Interés Cultural, está ubicado en el barrio de San Blas, su extensión de 25 hectáreas incluye un gran número de arbolado, pero el protagonista del parque es el almendro que florece por el mes de febrero ofreciendo un gran espectáculo. Algo así como el valle del Jerte en pequeñito, pero con almendros.


2. En la categoría de Museos y Espectáculos, La Fundación Infante de Orleans es un museo de aviones históricos que se encuentra en el aeropuerto mas antiguo de España; Cuatro Vientos. Todos los domingos del mes (excepto enero y agosto) la fundación tiene programado un espectáculo acrobático con la mayoría de la flota en exhibición. La colección contiene ejemplares como el Policarpov I-16 Mosca, HA- 200 Saeta solo por nombrar algunos. Se puede acceder al recinto con una donación de € 6 euros destinados a la conservación de la colección. El espectáculo es sin duda emocionante de principio a fin y lo mejor de todo, se puede llevar el bocata.

3. En la categoría de Cine, los amantes del séptimo arte también se pueden ahorrar unos eurillos en la Filmoteca Española. La sala de proyecciones cine Dore, cuenta con tres salas, esta última con cine de verano en la terraza. El precio de la entrada: € 2,50. Un chollo en toda regla. Con estos precios sobra pa' unas las cañitas después de la función.

4. En la categoría de Gastronomía, ha aterrizado la primera tienda-cafetería de National Geographic en Madrid. El local está decorado con un estilo vanguardista y moderno con paisajes de todos los rincones del mundo. Para encontrarlo no es difícil, ya que se encuentra en el número 74 de la Gran Vía. En la tienda podréis encontrar el kit de viajero como postales, guías de viaje, ropa y regalos. La cafetería es un lugar calido y relajante y sirve una variedad de tes, cafés y licores de exportación con precios muy asequibles. Merece la pena el café tipo-barreño por €1,40. Los más sibaritas que no escatiman en nada y pasan de la crisis… arghh… se me ha escapado... pueden deleitarse con la tabla de quesos. ¡Toda una exquisitez!

5. No podía dejar de mencionar la categoría de Salud y Relajación. En esta sección, propongo huir de la rutina y del estrés en un relajante balneario. No está de más darnos un capricho de vez en cuando. Los precios no son de escándalo, por ejemplo el balneario MasQueAgua ofrece circuitos termales por 17 euros. Otra propuesta para los que no escatiman en lujos, por 24 euros nos podemos trasladar a un espacio mudéjar en los baños árabes de Medina Mayrit ubicados a poco metros de la plaza del Sol.




Continuara…

Zumo de neón

Llueve tristemente por las aceras
desdibujándose en los jaspeados
charcos de cieno y luces de neón.


Las manos ateridas abrigadas en
los bolsillos de la gabardina gris,
la ebriedad haciendo pespuntes con
los pies patizambos que me miro.


La ciudad grita en las centellas
rojas de los autos que salpican
con anillos el agua remansada.


Juego a deslizarme infantil sobre
el bordillo de la calle, juntando en
hilera delirante los pies uno detrás
de otro persiguiéndome a mi mismo.


Tambaleándome por los aires gélidos
mi mejilla es besada por la humedad
del agua y de las lagrimas gelatinosas.


Asfalto que recamado en las vías
destruye toda la humanidad que en
frenazos chillones se atropella rauda
huyendo de su hormiguero próximo.


Prisionero en una postura infame me
hago cínicamente carcajada de vaho
que alumbra la calle con su zumbido.


Posmodernidad de anuncios rutilantes
que en la oscuridad de las luciérnagas
de la noche esculpe en zumo de neón
la encabritada desmesura de sentirnos.


Un insolente traspiés de alcohol y uno
se siente atado en su cómica simpleza
dueño de los guiños de los luminosos.


Caído en la lluvia, sobre un charco,
las manos enfundadas en tela que la
aprisionan, miro los destellos de las
luminarias comerciales que alumbran
esta noche de misterio y postración.

Rubén Aguado Alonso





Yaciendo






Yacija de ácaros hambrientos
que roen las luminarias que
colgando de los pensamientos
introducen la duda en el alma.

Esa oquedad tornasolada de
vientos ululantes que braman
por los ventisqueros del ser
toda su desidia y su miasma.

Latidos que a golpe del ahora,
la necesidad y el deseo añil
derraman la sangre violenta
que calienta estos corazones.



Solo los durmientes son capaces
de descubrir la alquímica verdad
de los seísmos de los sueños que al
hacerse realidad matan al individuo.

Reposar sobre pétalos azules
que succionan los besos tristes
que se dan en las despedidas
cuando el maíz deja su dulzor.

Ronchas de piel calcinada
que rascándote infame con
las uñas llenas de esperanza
dejan cicatrices de espanto.

En los catres del olvido acunan
las madrastras del tedio agónico
los prematuros nacimientos que
la aurora nos trae en sus dedos.

Me revuelvo entre las sabanas
que se pegan lujuriosas alrededor
de mi torso de hombre taciturno
enamorado del amor sempiterno.

Despertaré a un hoy de ardores
y cegueras en el que consumaré
la danza de los cuerpos sólidos
que licuándose son condensados.

Pero nunca renuncié al olor
a almizcle y primavera que
sus oquedades intimas ataron
al salitre de mi piel tenebrosa.


Rubén Aguado Alonso.

Carreteras comarcales, Pinxtos y Frank Gehry

Para iniciar el año con buen pie, nada mejor que empezarlo con una escapada gastro-arquitectónica . Así que preparamos las maletas y nos lanzamos pa’ Bilbao. Nunca me imagine que para llegar a una de las grandes meccas de la industrialización española del siglo XX había que conducir por carreteras comarcales,cruzar valles y montañas y de pronto encontrarte con la sorpresa de tener que bajar por un puerto (véase Puerto de Orduña) Todo el descenso estuve con los nervios de punta y las uñas clavadas al asiento (incluso las de los pies). Todo esto se puede evitar pagando peajes. Pero si se es un explorador intrépido y valiente es una buena opción para disfrutar de unos magníficos paisajes.


La primera noche en Bilbao nos fuimos para el Casco Viejo. Es una zona de restaurantes y bares con mucho ambiente. Imposible que no se abra el apetito con solo ver la gran selección de tapas o pinxtos como los llaman por allí.  Eran verdaderas obras de arte que hasta daba pena comérselos. Después de cenar y varias copichuelas nos encaminamos para el hotel. Hicimos la última parada técnica y nos unimos a la costumbre de por allí de beber  en el calle. Un par de cervecitas más y lo último que recuerdo era a un perro intentando abrir una lata de cerveza. El pobrecillo se daría cuenta después de machacarla que la lata estaba vacía. 



A la mañana siguiente, a por el Guggenheim. El museo está situado junto al río Nervión y a pocos metros del puente de la Salve. El diseño en si ya es una verdadera obra de arte. Es sorprendente como el arquitecto ha creado curvas, formas irregulares y siluetas utilizando materiales como acero, piedra y titanio.







La colección permanente es mucho mas variada que el Guggenheim de NY. Lo que se expone no dejará a nadie indiferente. Para bien o para mal. Siempre que visito este tipo de lugares me cuestiono ¿esto es arte? Y no estoy en contra del arte moderno, pero me hizo gracia cuando comentaban en un documental sobre el arte moderno, si no se entiende o no gusta no se debe tomar como una conspiración en contra de los sensibles. Posiblemente mi mente no este elevada a lo contemporáneo y moderno y me quede atrapada en el siglo XX y solo doy marcha atrás.





Finalizada la visita del Guggenheim nos fuimos a conocer el nuevo espacio arquitectónico de Bilbao; La Alhóndiga. Este espacio de carácter modernista de ladrillo y hormigón armado fue obra del arquitecto Ricardo Bastida. Su funcionalidad era como almacén de vinos y licores hasta que quedo en desuso desde los años 70's. Este espacio recientemente abierto al público fue restaurado por el arquitecto Phillip Stark y hoy en día es un centro de Ocio y Cultura. Sus 6 plantas ofrecen una variedad de opciones como piscina, salas de cine, cafeterías, gimnasio, etc. Lo más impresionante de este espacio son las 43 columnas que forman la plaza de hó.






Aprovechando la estancia en la Alhóndiga y para recuperar fuerzas hicimos una parada técnica en el Hola bar. Un lugar recomendable, sirven unos pinxtos de muerte!


Siguiente parada en ruta- Santurce, Portugalete y Getxo. Fue una sorpresa la gran variedad de transporte que dispone Bilbao por ejemplo tranvía, metro, autobús, barco, funicular y hasta un puente colgante!


Cogimos el metro y en 15 minutos llegamos a Santurce un pueblo marinero ubicado a la izquierda del Mar Cantábrico dimos un paseo por su puerto y después de comer nos desplazamos hasta Portugalete.






El principal atractivo turístico de Portugalete es el Puente de Vizcaya popularmente conocido como el Puente Colgante, fue construido en 1893 tratándose del puente transbordador más antiguo del mundo. El arquitecto Alberto de Palacio y Elissague ingeniero y arquitecto, discípulo de Gustave Eiffel diseñó el primer puente transbordador del mundo: el Puente Colgante de Vizcaya, que aún hoy une las dos márgenes de la Ría de Bilbao en las localidades de Portugalete y Las Arenas (Getxo). Fue delcarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO como Arquitectura Industrial del siglo XIX.






Una vez en Getxo y como no teníamos idea que hacer o ver nos acercamos a un panel y vimos la foto de un acantilado llamado Punta Galea. Preguntamos en información y nos indicaron que la única manera de llegar era por taxi. La chica de información nos dio el número del taxi y en 5 minutos vinieron a recogernos. Me llamo mucho la atención la amabilidad de  los bilbaínos siempre están dispuestos a ayudar a los turistas desorientados.


El paseo por Punta Galea fue espectacular. Contemplar las olas, el horizonte, los veleros, sentir la brisa del mar... me sentí cautivada por Getxo.




La visita en Getxo finaliza con un paseo desde el Puerto Viejo hasta las Arenas. Esta zona se caracteriza por los palacetes en los que vivía lo más selecto de la burguesía vizcaína en el siglo XIX.


Cansados hasta más no poder, volvimos a Bilbao para cenar y descansar.


A la mañana siguiente, repuestos y con nuevas fuerzas decidimos subir por el funicular para ver las panorámicas desde el Monte Archanda, después la Catedral de Begoña y para finalizar la escapada gastro-arquitectónica, un paseo en barco por el Río Nervión.




De vuelta a Madrid esta vez por peaje. Aprovechamos las últimas horas de nuestra escapada para desviarnos a Elciego, en el municipio de Álava para ver la bodega-hotel de los Herederos del Marqués de Riscal otro diseño de Frank Gehry. El acceso está bastante restringido. No esta permitido ver el hotel, salvo si se hace reserva en el restaurante y la bodega solo se puede visitar para catas y con cita previa. En todo caso solo se puede ver el hotel desde la carretera o desde un mirador a las afueras del pueblo.






Por los comentarios y documentales sobre Bilbao, esta ciudad  se ha reinventado  hace poco como una cuidad de turismo. Para esto, grandes arquitectos de fama internacional como Frank Gehry, Santiago Calatrava y Norman Foster solo por nombrar algunos han revolucionado a esta ciudad convirtiéndola en una ciudad contemporánea y vanguardista. Sin duda lo han conseguido.


Resumen de lugares de interés


Casco viejo


Mercado de la Ribera- Arquitectura Modernista


Teatro Arriaga- Arquitectura Neo Barroco


Plaza Nueva


Estación de Ferrocaril Santander-Bilbao


Museo Guggenheim


La Alhóndiga- Arquitectura Modernista


Metro de Bilbao- arquitecto Norman Foster


Palacio Euskalduna


Puente de la Salve


Puente Zubizuri- Santiago Calatrava


Funicular de Archanda-


Monte de Archanda


Getxo


Portugalete