El hombre de los ojos negros de luto



Hora de nacimiento: 23:40 PM, es una niña, anunció el medico.

La madre suspiró aliviada después de un complicado parto de cuatro horas. La enfermera cogió a la recién nacida, la limpio y realizo los exámenes de rutina. Cuando termino la envolvió en una manta y se la entregó a su madre. La madre ansiosa por estrechar a su hija por primera vez, extendió sus brazos, la abrazo delicadamente y le dio su primer beso. La madre aún intranquila e impulsada por la incertidumbre que padecen las madres durante el embarazo, se dispuso a realizar su propio reconocimiento materno para comprobar si la niña estaba completa de pies a cabeza. Poco a poco iba descubriendo su cuerpecito sonrosado y frágil, empezó a contar los deditos de las manos y suspiró aliviada. Avanzó examinando cada rincón de su cuerpo y finalizó con el perfil de los diez deditos de sus pies. La madre sonrió y suspiró aliviada nuevamente. Ante sus ojos, ese pequeño ser era la máxima expresión de belleza y felicidad. La madre e hija fundían sus primeros lazos, cuando el padre entró eufórico a la sala de partos y se unió a la felicidad de su primer encuentro.

Mientras que la familia disfrutaba de esos momentos, no se percataron que todo el personal medico había abandonado la sala, excepto un hombre que se encontraba en la habitación. El hombre era joven, vestido con un traje elegante y con unos ojos negros de luto que enmarcaban su rostro. Tenía en su mano un libro grande y desgastado en el cual escribía anotaciones. El hombre avanzó hasta donde se encontraba la familia, fijó sus ojos en la recién nacida, la observó por un instante y salió de la habitación.

Doce meses después, la escena era diferente. Los padres de Elenita decidieron que para celebrar su primer cumpleaños, lo harían invitando a toda la familia y su círculo de amistades a un buen restaurante. Se reunió toda la familia, abuelos, tíos y demás invitados. Todos festejaban alegremente entre risas y regalos y un payaso que habían contratado para entretener a los niños. Entre el grupo se encontraba un invitado más que no estaba previsto. El mismo hombre que hace un año había presenciado el nacimiento de Elenita se presentó al convite. Nadie cuestiono su presencia, salvo la madre que no lograba recordar quien era o donde lo había visto anteriormente pero como estaba tan ocupada atendiendo a los invitados no le dio mucha importancia.

Pasaron los años y en los momentos menos inesperados volvía y aparecía ese hombre enigmático. Su aspecto era el mismo, el tiempo pasaba inadvertido, siempre elegante, con el libro en sus manos y sus ojos negros de luto intensos que parecia que revelaba los pensamientos en quien posaba su mirada y los dejaba expuestos a la desnudez.

Elenita, dejaba atrás sus años de infancia y avanzaba hacia la madurez para convertirse en Elena, en la cual su conciencia empezaba a madurar y encajaba momentos y recuerdos de ese personaje que en lo largo de su existencia la perseguía como una sombra en la noche. Un día no podía soportar mas la duda y se planteó que tenía que averiguar quién era y cual era el motivo de su persecución.

Elena desde muy pequeña había sentido una pasión por el arte, sobretodo el surrealista. Por tal motivo, cuando decidió cual carrera quería estudiar ya sabía con seguridad que lo que más deseaba era ingresar en la academia de Bellas Artes. Era una alumna sobresaliente y cada día se proponía aprender más y crear su propio estilo el cual no lo tenía aún definido. Siempre que podía acudía a las exposiciones de arte y más aún si se trataba de su artista favorito; Salvador Dalí. Cuando supo que traían a su cuidad una de las mejores y más reconocidas obras de Dalí, no dudó por un instante en acudir. Llego el día de la apertura de la exposición y mientras esperaba en la puerta, se encontró con la figura de aquel hombre que deambulaba por los jardines del museo. Ella pensó que no desaprovecharía la ocasión para confrontarlo. Se aproximó hasta donde el se encontraba y al acercase sintió una fuerza extraña que erizo su piel. Sin titubeos y con un tono desafiante se dirigió a el.

¿Quién eres? ¿Por qué me persigues? ¿Qué quieres de mí?

El la miró fijamente con sus grandes ojos negros de luto.

-¿No crees que son muchas preguntas?-

-He estado deseando desde hace tiempo que llegara este momento.-

-Elena, Elena, Elenita... no sabes lo que dices-.

-Dime quién eres…- alzando la voz con un tono desafiante.

¨Yo soy el que soy¨. Dejó esa frase en aire se dio la media vuelta y se perdió entre la multitud de la gente.

Elena permaneció pensativa ante su respuesta y no tuvo más remedio que aceptar su enigmática contestación. Pasaron los días, los meses y posiblemente años y el hombre no volvió a aparecer por un tiempo. Pero la voz de aquel hombre, sus ojos negros de luto se instalaron en el abismo de sus pensamientos para después manifestarse en sus sueños. Estos sueños emergían desde la inconciencia a la realidad transformándose en figuras abstractas que se reproducían en las obras de sus lienzos. Dibujaba su figura espectral e intangible con una obsesión infinita. Hizo miles de bocetos una y otra vez, hasta el cansancio. Cuando Elena obtuvo las primeras oportunidades para presentar sus obras, esos cuadros fueron el motivo de su descubrimiento artístico. Las composiciones de ese personaje causaron fascinación entre los amantes del surrealismo y fueron reconocidas en las mejores galerías de Europa, la cual la llevaron a la cumbre del éxito.

En el transcurso de su vida, Elena nunca tuvo otra oportunidad tan intima como la de aquel día en que escucho la voz de ese hombre por primera vez. En ocasiones creía que lo veía aparecer en los lugares menos inesperados. Su mente empezaba a crear visiones, se lo imaginaba en cualquier hombre que se parecía a el con ese aire de elegancia, el libro en la mano y el brillo de sus ojos negros de luto. Cuando se apresuraba para encontrarse con el, se esfumaba como la neblina matinal. Ahora era ella quien lo buscaba y no lo encontraba.

Elena disfrutó en plenitud su vida de su existencia haciendo lo que más le gustaba; pintando. Pero como todo en la vida tiene un fin, y los designios del destino están escritos. Elena fue diagnosticada con una enfermedad terminal y el tiempo de su muerte era evidente. A pesar de su enfermedad, conservaba la lucidez y reconoció el rostro del hombre extraño cuando entró en la habitación del hospital. Su aspecto era el mismo, como siempre, como los había recordado siempre, desde su infancia y se conservaba como el primer día cuando la vio llegar al mundo. El hombre se acerco hasta su cama y le dijo.

-Elena, ha llegado tu hora.- No tengas miedo, dame tu mano. Soy la muerte y estoy aquí para llevarte conmigo. Todo este tiempo he estado a tu lado, aun en tu sueños nunca me he separado de ti.

¿Acaso no sabias que desde el día del nacimiento todos los seres humanos sobre la faz de la tierra llevan la muerte a cuestas sobre sus espaldas? Yo tenía escrito en mi libro la tuya, desde el día en que naciste.

Elena permaneció en silencio.

Sonrió, lo cogió de la mano y cerró los ojos.


Hora de la muerte: 23:40 PM.



Dalia












2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Dalia :)

El ángel caído o la muerte. Al final fue la muerte. Muerte. Éxito. Tiempo. Sueños. Me gustan esos temas. Nacer y morir. Morir y nacer. El orden de los factores no altera el producto.


PD.Gracias por tus visitas. Me gustan.

Un beso!

Malena dijo...

Una imagen de la muerte diferente: Original, sublime...

Un abrazo,

Malena y Max

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.