Amaneciendo

Invadidos por nuestro afan diario que conlleva nuestra vida pasamos por alto de muchas cosas que suceden a nuestro alrededor. Esta Semana Santa mientras vacacionaba por las costas de Almeria tuve la oportunidad de observar uno de los fenomenos diarios que muchas veces no tenemos  tiempo de apreciar con detenimiento, como por ejemplo el nacer de un nuevo dia. Os dejo unas imagenes  y una poesia, fuente de inspiracion de este grandioso espectaculo que sin duda nos dejo conmovidos y con una huella profunda en el alma y en la mente.












AMANECIENDO



Palpita el amanecer
rojo encrespado
por las espumosas
olas de azul aun dormido,
cincelando las nubes en claroscuros;
levantándose majestuosa
la circular grandeza del sol
hiriendo retinas
rielando en el agua
coloreando de mil matices
el aliento húmedo
del que desde su ignominia
varado en la playa
descubre el amanecer del tiempo.



Eterno paisaje que ulula
por los sentidos abiertos, como en llaga
viva y macerada que anhela
atrapar ese instante inalcanzable
en el que hinchas los pulmones
de vida, de sueño, de sonrisas;
porque este espectáculo grandioso
es tuyo, de tus ojos, de tus canciones,
esas canciones infantiles olvidadas
petrificadas en el granito
de tu subconsciente más preso.



Y con las pupilas sangrando
ese amanecer rojo intenso
vuelves a tu ser postrado
humilde ante la bravía
la insufrible naturaleza
que ha despeinado los vientos
ha cansado las resacas,
entre los trinos de los pájaros
que saludan su buena suerte
su alegría de estar otro día vivos,
mientras tú en el relente frío
abrazabas tus propios hombros
absorto, envenenado, esclavo
del manierista suceso,
del espectro fragante del sol
el astro rey del reino
de los pensamientos, las antorchas
y los desvelos sin sentido.



Todo se ordena
se pone en fila
se esponja,
como si el dios helio
pasara revista a las flores
que desmadejadas y torpes
como aun soñolientas
abren sus pétalos cerrados
llorosos de escarcha
húmedos de tiempo
 saludan al que fue
siempre ha sido y será
el milagroso portento.



Un acantilado ufano
a los pies la playa arenosa,
grisalla aún de arenas muertas,
un horizonte infinito
difuso y cincelado
en el mar intenso
con el ruido de las olas,
de las aves que hacen círculos
tejiendo sobre tu cabeza
la mortaja en la que enterrar
las horas del día venidero,
el cabo de Gata lejano
San José aún durmiendo
y tú en la soledad de la playa
descubriendo aún transido por el sueño
que lo eterno es posible
que cristaliza cada mañana
en cóncavos círculos rojizos
alrededor del cielo y el cieno.



Rubén Aguado Alonso.