Alma desnuda -fragmento
Soy un desastre, lo se. Tengo esta novela en mil pedazos. Aqui va otro fragmento en V.O.
Alma desnuda- (fragmento)
Capitulo I
«Por cierto, ha venido la vecina del sexto a quejarse que esta harta de tu música gregoriana porque la pones hasta las tantas de la madrugada y no la dejas dormir.»
«¡A la vecina que la encule un pez sifilítico!»
Ángela entró en su habitación, se dirigió hacia la estantería donde colocaba velas, inciensos y quemadores de aceite. Colocó cuatro quemadores de aceite con inscripciones de caligrafía china en una mesita baja orientados hacia los cuatro puntos cardinales, y vertió aceite de cedro en cada uno de ellos. Según Zhang, el dueño de la tienda de todo a cien, era una tradición milenaria china, que simbolizaban los cuatro elementos. Dispuestos de esta manera, el aceite quemado se elevaba atravesando los tres cielos e invocaban la protección de los ancestros, al mismo tiempo que liberaban el ambiente de toda fuerza negativa. No era practicante del esoterismo, aunque en ocasiones, según su estado de ánimo, sentía una profunda necesidad de conectar con los misterios del universo. No se consideraba atea, ni creyente, más bien una libre pensadora, con una leve inclinación hacia el Taoísmo. Tenía la convicción de que el universo era gobernado por tres fuerzas; la positiva, la negativa, y una tercera conciliadora. Un equilibrio dinámico, basado en la filosofía oriental conocida como Ying-Yang. Creía que el universo no se había originado por una Gran Explosión, como reclaman los científicos. Una fuerza suprema era responsable de una creación imperfecta, no le atribuía la perfección absoluta, porque era evidente que el mundo estaba encaminado a un caos irreversible. Deseaba un equilibrio de paz y felicidad para la humanidad, sentía aversión por las injusticias del mundo, la pobreza y el sufrimiento humano.
Se desvistió con una pulcritud soberana, como una mariposa en estado de metamorfosis, coloco la ropa sobre la silla que tenía al lado del escritorio, mientras que la esencia de cedro se extendía en la habitación como un fantasma errante. La bruma delicada y etérea, se transformaba en nubes violáceas que anidaban en el techo, sujetas por filamentos transparentes. Los efluvios calcinados desapercibidamente alteraban sus partes más erógenas. Su piel se erizaba como una ráfaga de viento nocturna que suscitaba desde el Monte de Venus y recorría su cuerpo entero, que desembocaba en sus pezones erectos como dos capullos apunto de florecer.
Contempló su cuerpo desnudo delante del espejo, y notaba que los efectos de gravedad hacían sus estragos irreversibles en sus pechos. De perfil, el panorama era mas amargo. La celulitis ya no tenía un área específica, sino que sigilosamente se había extendido por todo el cuerpo. Liberada de los complejos del pasado, miro con aceptación el reflejo del espejo con una resignación absoluta.
Hubo una época que se había sumido en la depresión y se sentía la mujer menos deseada del mundo. Tenía muy claro que el hombre que la amara, la tendría que amar por lo que era y no por su aspecto físico. Pensaba que la naturaleza del cuerpo era algo efímero y que con paso del tiempo su decadencia era inevitable. Para ella el amor era abstracto, indefinido y sin defectos en los ojos del amado o amada.
Introdujo un CD de música gregoriana en la cadena musical, se dirigió al cuarto de baño y preparo la bañera con sales y espumas de esencias exóticas de guanábana, mango y mora. Se recostó en la bañera mientras que el chorro de agua caliente se deslizaba por su entrepierna. Encendió un cigarro mientras escuchaba los ecos de los cantos llanos que se desfiguraban a través de las paredes y resonaban como voces lujuriosas reprimidas.
Eran momentos de quietud e intimidad donde se mezclaba su esencia de mujer con las nubes de vapor produciendo una quimera donde se trasladaba a un mundo irreal. Cerraba los ojos mientras que con sus dedos y a tientas acariciaba su sexo húmedo, deseando una lengua rebelde y delicada que enardecieran los pliegues de su clítoris carnoso. El paso del tiempo habían borrado las huellas del último hombre que degustaron el elixir de su sexo ardiente. Sentía un apetito sexual, que a base de estimulación propia podia liberarse de su avidez.Permaneció en la bañera como una sirena mitológica sumergida entre las capas de espuma, mientras que el vapor descendía sobre su rostro como el rocío matutino. Después de haber liberado su cansancio y extinguido sus deseos carnales, salió de la bañera, seco su cuerpo y se tendió desnuda en la cama. Estaba extenuada y lo único que deseaba era dormir hasta la mañana siguiente. Busco el mando de la cadena musical entre las sabanas, apagó la música y cerro los ojos.
1 comentarios:
Ponte con la novela. Recompone los pedazos.
Por cierto, joder, la entrada anterior es tremenda. Sisisisi.
Un beso!
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